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Cambio de planes

Había decidido que en su cumpleaños número sesenta el festejo fuera en grande. Eso significaba que, al menos, reuniría a todos sus hermanos y su madre, diseminados por varias ciudades, e incluiría en su fiesta a las poetas, a todas las que pudieran estar. A sus amigas que fueron vecinas, a sus nuevas amigas de lucha o de estudios, a sus hijos.
Había designado unos ahorros para solventar la reunión -sencilla pero significativa- y pensaba estar exageradamente feliz ese día rodeada por aquellos a los que quería.
La vida, como siempre, tiene la última palabra. Lo inesperado hizo su presencia demandando soluciones que la fueron llevando al punto de gastar esos ahorros en el quehacer cotidiano  y adiós fiesta, reunión, señoras y señores, a
quí se rompió una taza y cada quién sigue en su casa.
Ahora a espera la siguiente ronda de semanas y meses para ver si en el próximo cumpleaños hay modo pal festejo.
Por lo pronto, aunque sin fiesta, se va a celebrar la vida, la oportunidad de abrir y extender al sol los ojos y la piel.
¡Se celebra la vida!

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