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Mostrando entradas de agosto, 2015

The Wind-Up Bird Chronicle

Cada que termina el semestre me propongo leer un libro que no sea un texto académico, y me gusta la novela. Como tengo el Kindle que me obsequiaron hace tiempo, elegí un título y sin más, me dispuse a leer en inglés para practicarlo porque me hace falta. Ya había leído alguna otra cosa de Murakami, así que consideré que sería una lectura leve y grata para este corto tiempo. El título me pareció atractivo: "Crónica del pájaro que da cuerda al mundo". Lo que jamás vi fue la envergadura del libro, que no pude terminar antes de reingresar a la universidad. Acabo al fin de terminar las más de 900 páginas. La novela me gustó también por la parte onírica donde el personaje tiene vivencias alternas y descubre cosas. Interesante que el autor incluya memorias de la guerra con pasajes crudísimos con los que al menos yo no me enfrento porque en lo referente a guerras prefiero amarrar mi imaginación y aquí son expuestos con todo detalle y crueldad, recordándome la novela Farabeuf de

Lección de llanto

...Y cuando estás aprendiendo crees que no debes llorar, alguien te dijo que las lágrimas son puerta a la debilidad. Eso es mentira: son caudales Lágrimas de liberación de agua tibia nacidos para sanar, para aliviar al alma llena de pesares, para expresar la más auténtica alegría, para dejar fluir la rabia que de otro modo nos consume. Agua que rueda que te inunda que altera por un momento tu visión para que enfoques mejor cuando se seca. Llora, llora cuando no puedas más llevar adentro una congoja; llora cuando el dolor del cuerpo te atormente; llora cuando una despedida sea difícil, cuando te sientas muy pequeña. Llora también cuando conozcas la delicada ternura de un cachorro, la inmensa indefensión de un perro de la calle, el majestuoso amanecer en los océanos. Puedes llorar para vaciar el cántaro que llevas en el pecho, ese arcón donde guardas lo que importa pero también escondes lo que punza. El llanto nos es dado para vivirlo en cada gota

Cambio de planes

Había decidido que en su cumpleaños número sesenta el festejo fuera en grande. Eso significaba que, al menos, reuniría a todos sus hermanos y su madre, diseminados por varias ciudades, e incluiría en su fiesta a las poetas, a todas las que pudieran estar. A sus amigas que fueron vecinas, a sus nuevas amigas de lucha o de estudios, a sus hijos. Había designado unos ahorros para solventar la reunión -sencilla pero significativa- y pensaba estar exageradamente feliz ese día rodeada por aquellos a los que quería. La vida, como siempre, tiene la última palabra. Lo inesperado hizo su presencia demandando soluciones que la fueron llevando al punto de gastar esos ahorros en el quehacer cotidiano  y adiós fiesta, reunión, señoras y señores, a quí se rompió una taza y cada quién sigue en su casa. Ahora a espera la siguiente ronda de semanas y meses para ver si en el próximo cumpleaños hay modo pal festejo. Por lo pronto, aunque sin fiesta, se va a celebrar la vida, la oportunidad de abrir

Feliz cumpleaños, hijo

Aquella madrugada me asustó el cólico con que me desperté pero esperé a que amaneciera para decirle a mi esposo. Decidimos llamar a mi madre, que me dijo que no era cólico y que me tenía que trasladar al hospital... Así comenzó el camino que me llevaría a tener en mis brazos a mi primogénito. Era un viaje hacia lo desconocido, lo que me daba temor y me ponía intensas ganas de que todo terminara pronto: las horas en la sala de labor, los regaños de las enfermeras, las súplicas del médico para que me relajara... y en algún momento, me dijeron "aquí está su niño, y está bien". Sorprendida, pregunté por qué no lloraba, en todas las películas había visto que al nacer, los bebés lloran, de modo natural o porque les dieran una palmada en el diminuto trasero para provocar el llanto, pero mi hijo tenía el cuerpo plácidamente envuelto en una sábana y no hacía ruido. Estaba asustada. "Porque es más valiente que usted", dijo el doctor, hastiado de mis lágrimas de miedo. ¡Qué