Sí, la vida es maravillosa, como quiera que la pongan. Desde los sustos abismales cuando la enfermedad de un ser querido y cercano y te aterrorizan ante su posible pérdida hasta el sublime momento en el que agradeces que no haya sido así.
Este inicio de año ha estado movidísimo, ya estamos a tres cuartos de marzo y siento que apenas se termina enero: inscripciones en el DF con las fuertes emociones de entrar a la UNAM, la emoción de encontrarme con mensajes desconocidos de un ser amado que ya partió, la intensidad de la preocupación con la grave enfermedad de mi madre, el inicio de las clases en la facultad...
Estoy enfrentando retos, como es costumbre en la vida.
Nunca -fuera de la primaria, como saben- he sido escolarizada, pero aunque hubiera sido, estas nuevas herramientas para hacer presentaciones, mapas conceptuales, líneas del tiempo y demás, son absolutamente novedosas para mí. Y qué puedo decir de la plataforma de estudio a distancia de la UNAM, que me ha puesto un cuatro tiro por viaje... sin contar con el atraso para integrarme debido a la enfermedad de mamá. ¡Todo, todo nuevo y desconocido y urgente e importante!
Claro que resiento las horas y horas de lectura y preparación de trabajos, las difíciles lecturas científicas en inglés, las desveladas con los ojos irritados porque ya no pueden leer más, el dolor de mi columna por tanto tiempo sentada, el problema de la mano derecha por el exceso de uso de la compu escribiendo... pero en cambio... ¡ahhh, en cambio! cuántas cosas aprendo, de cuántas cosas interesantísimas me entero.
Comienzo a leer los textos y quedo como cuando pinto y entro al cuadro: no sé de otra cosa, me voy figurando a todos esos científicos brillantes que nos abrieron el camino para este conocimiento y para que sigamos explorando nuestra conciencia, nuestro cerebro, nuestra mente, nuestros sueños, de asombro en asombro conforme conozco sus experimentos, sus dudas, sus discusiones, su esfuerzo.
¿Lo disfruto? El proceso todavía no porque me está pasando las cuentas en mi físico. Pero el resultado es sentir cómo se amplía un horizonte que nunca había explorado. Estoy pisando nuevas, bellas y desconocidas tierras que me hacen sentir, como tantas otras cosas, conectada con la vida. Y en cierto modo me siento como dice mi generosa amiga, la Dra. Graciela Albert: ¿como que estoy cumpliendo veinte años porque acabo de entrar a la universidad!
Y aparte, aprendí a tomar la presión, a medir el azúcar, a fijarme cuánto sodio o potasio tienen los alimentos, a estar pendiente de posibles síntomas, y en una palabra, a tener paciencia y tolerancia. Así que reitero que la vida es maravillosa y nunca deja de asombrarme.
Este inicio de año ha estado movidísimo, ya estamos a tres cuartos de marzo y siento que apenas se termina enero: inscripciones en el DF con las fuertes emociones de entrar a la UNAM, la emoción de encontrarme con mensajes desconocidos de un ser amado que ya partió, la intensidad de la preocupación con la grave enfermedad de mi madre, el inicio de las clases en la facultad...
Estoy enfrentando retos, como es costumbre en la vida.
Nunca -fuera de la primaria, como saben- he sido escolarizada, pero aunque hubiera sido, estas nuevas herramientas para hacer presentaciones, mapas conceptuales, líneas del tiempo y demás, son absolutamente novedosas para mí. Y qué puedo decir de la plataforma de estudio a distancia de la UNAM, que me ha puesto un cuatro tiro por viaje... sin contar con el atraso para integrarme debido a la enfermedad de mamá. ¡Todo, todo nuevo y desconocido y urgente e importante!
Comienzo a leer los textos y quedo como cuando pinto y entro al cuadro: no sé de otra cosa, me voy figurando a todos esos científicos brillantes que nos abrieron el camino para este conocimiento y para que sigamos explorando nuestra conciencia, nuestro cerebro, nuestra mente, nuestros sueños, de asombro en asombro conforme conozco sus experimentos, sus dudas, sus discusiones, su esfuerzo.
¿Lo disfruto? El proceso todavía no porque me está pasando las cuentas en mi físico. Pero el resultado es sentir cómo se amplía un horizonte que nunca había explorado. Estoy pisando nuevas, bellas y desconocidas tierras que me hacen sentir, como tantas otras cosas, conectada con la vida. Y en cierto modo me siento como dice mi generosa amiga, la Dra. Graciela Albert: ¿como que estoy cumpliendo veinte años porque acabo de entrar a la universidad!
Y aparte, aprendí a tomar la presión, a medir el azúcar, a fijarme cuánto sodio o potasio tienen los alimentos, a estar pendiente de posibles síntomas, y en una palabra, a tener paciencia y tolerancia. Así que reitero que la vida es maravillosa y nunca deja de asombrarme.
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