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Tiempo de...

Mucha gente dice cosas lindas de la Navidad: que la cena, que los regalos, que paz y amor y villancicos y Niño Dios y árboles con foquitos...
Y me pregunto qué es, cómo se arma este juguete que me llega sin instructivo ni carga tradicional familiar ni nada particular.
A mí me pesa la Navidad porque es cuando se nota mucho lo que tienen o no tienen los demás. Me pesa que viene con frío bajo los puentes y en las calles y no trae bebidas calientes para todos. Me pesa que las diferencias luzcan tan grotescas y que, como nunca, mis manos no puedan llegar a todos lados.

Y tanto brillo en estos días, entonces ¿nos deja un poco ciegos? Quizá más encerrados en la fiesta propia, natural, aunque muchos dicen que es cuando comparten y eso es bueno.
Repartamos nuestra Navidad, nuestro interés genuino por el otro, el migrante que va sobre la Bestia, la mujer que fue atacada, el niño maltratado, los indigentes. Hagamos una pequeña lonchera con nuestra mejor comida y esos grandes deseos de que mejoren y llevémosla hasta sus manos lastimadas y ateridas, hasta sus corazones sofocados por esta Navidad.

Tengamos siempre a la mano una lonchera llena de lo que necesitan los demás: una palabra, un abrazo, una sonrisa, una moneda, o ropa o flores, oraciones...
¡Hagámoslo!

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