En el Encuentro de Mujeres Poetas en el País de las Nubes conocí a esta joven de 22 años, poeta colombiana del Valle del Cauca, Alejandra de las Estrellas, y ante el horrendo crimen de la niña Estefanía en Ensenada siento que debo compartir este poema que por desgracia, es universal:
Hanna
No sé quién la sostuvo, no estuve para alzarla.
No sé quién calmó su llanto ni su sangre
mis manos dormían lejos.
No sé qué ráfaga paso por su memoria mientras entraba el puñal.
No sé a cuál oración se aferró cuando desgarraban su vagina.
Mi cuerpo estaba ileso y abrigado.
No sé cuántas cicatrices se cerraron sobre su alma y dejaron
adentro los atisbos del amor.
Sólo puedo oír su silencio
hondo
como un mar antiguo,
un oleaje de sal y de gritos.
No sé cuál fue la luz que le cubrió la cara cuando la encontraron.
No sé cómo se veían sus pies después de un siglo de oscuridad.
No sé cuál fue su primera palabra después de la vergüenza.
No sé cómo pedirle perdón por la hermosa vida que he tenido
lejos de ella y de su espanto.
No sé cómo hilas las palabras para que sepa que comprendo todo
aunque no haya vivido nada.
No sé cómo invitarla a mi casa
no conozco su nombre
ni el color de su país
sólo quiero acunarla y cubrir con mi boca cada herida latente
que sepa que soy su madre, su hermana, su amante, su hija, su amiga
que sepa que de este lado no hay bando enemigo
que nadie va a saquearla
que nadie pasará por encima de su belleza
que nadie quemará su cuerpo ni sus ojos
que sepa que puedo envolver todo el amor que me contiene y
entregárselo tibio para su pecho hueco.
No sé cómo decirle que no está sola.
Hanna
No sé quién la sostuvo, no estuve para alzarla.
No sé quién calmó su llanto ni su sangre
mis manos dormían lejos.
No sé qué ráfaga paso por su memoria mientras entraba el puñal.
No sé a cuál oración se aferró cuando desgarraban su vagina.
Mi cuerpo estaba ileso y abrigado.
No sé cuántas cicatrices se cerraron sobre su alma y dejaron
adentro los atisbos del amor.
Sólo puedo oír su silencio
hondo
como un mar antiguo,
un oleaje de sal y de gritos.
No sé cuál fue la luz que le cubrió la cara cuando la encontraron.
No sé cómo se veían sus pies después de un siglo de oscuridad.
No sé cuál fue su primera palabra después de la vergüenza.
No sé cómo pedirle perdón por la hermosa vida que he tenido
lejos de ella y de su espanto.
No sé cómo hilas las palabras para que sepa que comprendo todo
aunque no haya vivido nada.
No sé cómo invitarla a mi casa
no conozco su nombre
ni el color de su país
sólo quiero acunarla y cubrir con mi boca cada herida latente
que sepa que soy su madre, su hermana, su amante, su hija, su amiga
que sepa que de este lado no hay bando enemigo
que nadie va a saquearla
que nadie pasará por encima de su belleza
que nadie quemará su cuerpo ni sus ojos
que sepa que puedo envolver todo el amor que me contiene y
entregárselo tibio para su pecho hueco.
No sé cómo decirle que no está sola.
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