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Declaración de principios

El dedo índice señala mi locura,
hace piruetas cerca de mi cara,
cifra una frase cabalística
para que yo, la loca,
no olvide lo que soy:
un tímido gorrión con sueño de alas,
una luna perenne,
un aroma frutal.

Se desgrana la noche
en hojuelas oscuras;
las voces misteriosas de los perros
Collage con papel y objetos reciclados. Liz Durand 
me muestran un idioma:
el de otros locos.

En esta habitación
donde hago un mundo
pongo listones a las trenzas
que tienen mis sombreros,
intento perseguir a mis muñecas,
ponerles otras ropas
pero son lo que son
me lo dicen sus prendas 
ingenuas, desgastadas,
sus ojos fijos en la nada,
sus mejillas frías...

Un gallo que no sabe del tiempo
me canta noche y día
como queriendo hallar
la hora en que debe despertarme.

Los pájaros caminan 
por el techo de mi casa
como si no supieran del gato
que abandona su jaula.
Los cactus embebidos en la humedad nocturna
afilan sus espinas vegetales
para pinchar a la luna.

Mi cama es ese reino
donde me cubre la locura,
prende las yemas de mis dedos
para que incendie un cuerpo,
volantín del deseo
crecido y duro
que derriba una puerta
y más puertas
hasta que todo 
es un aliento vaporoso,
un sopor espeso,
un alivio fugaz...

Echadas a mis pies 
mis fieles perras
que ladran sólo en sueños,
y la discreta presencia
de la luz de mi lámpara
de flores de hilo
nos hacen compañía.
Vasto campo de flores
reposando en mi cama,
almohadas con olor a rosas
y una luna de azules algodones
me sostiene las piernas.

En mi cabeza está la música
que a veces fluye por el pulso
y va poniéndole ritmo
a las palabras,
esos dibujos pequeñitos
que tanto me sostienen,
que tantas cosas dicen.

No es roja mi cabeza
sino blanca,
una cinta de espuma
que es el premio.
Roja es la fresa de mi corazón,
blancos mis sueños,
como bruma.

Danzo
luciérnaga esquiva de la aurora
alumbrando la niebla de los días
con esa llama diminuta pero eterna 
que no se cansa del acoso verde 
que va llenando el calendario
como musgo.

El musgo, morada de mis pasos,
reposo del ruido,
terciopelo de las horas...
El índice señala mi locura
y sí,
estoy loca
a mucha honra
porque no es sencillo,
debo cuidar que no me roben
muecas o gemidos,
debo esperar agazapada
que marchen todos esos cuerdos
sin sonrisas,
sin ojos como antenas,
sin zapatos que vuelan
ni música en el alma.

Soy esa loca
enamorada de la luna
la que se pierde en su reflejo del rìo
donde las aguas son de humo
un humo verde 
que se mete entre los pulsos
y acelera y hace fáciles
la risa y el amor.

Amanece por fuera
pero sigo enlunecida
con mi lámpara de flores,
el canto de las aves
posado en una rama
de mi habitación,
la ropa dormida en el armario
esperando que despierten
los espejos.

El gallo confunde su quiquiriquí de nuevo,
no encuentra el día 
ni la noche
ni las horas,
por eso vive aquí, conmigo, 
en donde la locura.



18.oct.2013




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