De paredes blancas
No está la brisa que mecía mis noches,
el mar a mis espaldas,
la palmera de fondo en la ventana de la sala.
No tengo mis macetas al lado de la puerta,
el pez que vive solo masticando raíces.
No tengo lámpara que alumbre mis lecturas
ni cortinas de manta
ni sombreros de paja.
No me aguarda mi perro a la llegada,
ni espera ningún beso a mi mejilla
ni otra voz me recibe
ni calienta el café.
Un mismo sol aplana el calendario,
un mismo cielo avisa de la lluvia,
pero estas manos que mueren son distintas
son huecos de rutina,
son agua que se escapa.
Sube la misma luna y no es la misma
porque ha descobijado cada sueño
desde que te persigo cuando duermo.
No está mi casa de paredes blancas
ni su portón con caracoles y con piedras.
Está mi corazón de campamento
mientras regresas –si vuelves- de la ausencia.
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