Es pasada la media noche y he estado pintando en mi estudio. Cuando estoy frente al cuadro aplicando el color difícilmente puedo darme cuenta de otra cosa que no sea eso. Cuando estaba en la escuela el profesor avisaba a los de nuevo ingreso que cuando me vieran pintando ni me hablaran.
Por eso me pregunto cómo habrán sido esos trinos que pudieron llamarme la atención, por encima de mi tarea creativa. Entonces limpié los pinceles, para escucharlos sin distracción. Son varias etapas, cada una con distintos cantos o gorjeos o repeticiones.
No le canta a la luna, sino a la noche, al resplandor que lo envuelve. Está posado en un árbol desnutrido y rodeado por cemento, pero su canto es una pátina que le confiere poesía a lo que toca.
¿Y por qué no? ¡Me canta a mí!
Por eso me pregunto cómo habrán sido esos trinos que pudieron llamarme la atención, por encima de mi tarea creativa. Entonces limpié los pinceles, para escucharlos sin distracción. Son varias etapas, cada una con distintos cantos o gorjeos o repeticiones.
No le canta a la luna, sino a la noche, al resplandor que lo envuelve. Está posado en un árbol desnutrido y rodeado por cemento, pero su canto es una pátina que le confiere poesía a lo que toca.
¿Y por qué no? ¡Me canta a mí!
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