A veces una toca las certezas. Tan raramente que sorprende. Tan claramente que da susto. Pero también a veces la incertidumbre repta por nuestras humedades, trastabillea nuestra creencia, nos tambaleamos en un camino que creíamos conocido... y ahí se instala, como forúnculo maligno, la incertidumbre.
Entonces nos asaltan los "y si esto, y si lo otro...", consultamos la bola de cristal, las cartas del tarot, buscamos a la gitana más sabia que nos diga lo que queremos escuchar.
Y cuando no, cuando vencemos todas esas sensaciones y tratamos de avanzar con nuestras propias fuerzas, cuánta necesidad de claridad, cuánto ensimismamiento royendo en los rincones cada duda que tenemos, nueva o vieja. Cuánto miedo nos causa pensar en más dolores, en nuevos desencantos...
Pero la vida, ¡ah la vida! siempre insiste con retoños: nacen las flores desde el pavimento, con un puro suspiro de agua pulverizada y algunos rayos de sol. Así las almas, que renacen desde sus cimientos como si nunca hubieran sido polvo y recomienzan los ciclos: del amor, de la vida, y nuevamente y siempre, del amor...
Entonces nos asaltan los "y si esto, y si lo otro...", consultamos la bola de cristal, las cartas del tarot, buscamos a la gitana más sabia que nos diga lo que queremos escuchar.
Y cuando no, cuando vencemos todas esas sensaciones y tratamos de avanzar con nuestras propias fuerzas, cuánta necesidad de claridad, cuánto ensimismamiento royendo en los rincones cada duda que tenemos, nueva o vieja. Cuánto miedo nos causa pensar en más dolores, en nuevos desencantos...
Pero la vida, ¡ah la vida! siempre insiste con retoños: nacen las flores desde el pavimento, con un puro suspiro de agua pulverizada y algunos rayos de sol. Así las almas, que renacen desde sus cimientos como si nunca hubieran sido polvo y recomienzan los ciclos: del amor, de la vida, y nuevamente y siempre, del amor...
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