La mujer salió de su habitación luego de quedarse hasta tarde en su cama. Se despachó para estar animosa y se dispuso a asear su casa. Pero recordó que debía enviar un correo, así que se puso buen rato frente a la computadora: el chat, el blog, poner las fotos, responder.
Sintió un jalón tan leve que le pareció imaginado.
Vio la hora y de un brinco llegó a la cocina. ¡Pechugas empanizadas! había decidido opíparamente. La noche anterior las puso a descongelar. Las tuvo marinando un rato y procedió a freir. Antes retiró del refri los champiñones y se acercó la mantequilla.
La primera pechuga estaba lista, la sartén requería una porción de aceite. Del preparado con ajo, pensó mientras estiraba la mano para alcanzarlo.
Cuando se dio cuenta el aceite goteaba y escurría por el horno eléctrico y otra parte del líquido viscoso estaba por todo el mueble del fregadero. Afortunadamente alcanzó a cachar el frasco. La sartén ardía, mejor apagar la estufa. Tenía una pechuga cruda en la charola del pan molido. Corrió hacia donde tiene las toallas de papel para recoger el aceite y sacó y destapó el bote de la basura de debajo del zinc. Comenzó a limpiar todo ese aceite pero vio que le tomaría tiempo, y su invitada a comer podría llegar a tiempo. Suspendió la limpieza para seguir con el pollo. Mientras intentaba empanizar bien la pieza notó que la charola se movía para todos lados. Descubrió que estaba ¡sobre la tapa del bote de basura! ¿cómo se puso ahí? Al retirar la tapa derramó el líquido aceitoso que contenía sobre los champiñones que acababa de lavar.
Puso otra pieza a freír y calentó el recipiente para los champiñones vueltos a lavar. Añadió la mantequilla y los champiñones fueron a la sartén. Entonces pudo ir a la despensa a buscar las salsas para sazonar, y cuando agregaba un poco de salsa inglesa, se desprendió de la botella un anillo de plástico que fue a dar al sartén.
Entre tanto, sabía que era el hazmereír de cuatro -¡cuatro! las había podido contar- moscas que entraron porque no pudo cerrar la puerta de la cocina cuando dejó salir a su perrita, justo cuando iba por las toallas de papel para limpiar el reguero de aceite.
¿Cómo puede, en un solo momento, volverse todo extraordinariamente trabajoso y caótico? No recordaba haber sido tan torpe en toda su vida. Le costó un gran esfuerzo destapar el vino, las servilletas se arrugaron cuando las sacó y ahora que ve la estufa se pregunta en qué estaría pensando cuando la cubrió con papel aluminio dejándole unas alas a los lados como un avión de oropel.
¡Claro! al mirarse al espejo y ver sus pupilas dilatadas, todo tuvo explicación.
Comentarios
ESTO ME RECUERDA MUCHO A UNA AMIGUITA QUE TENGO MUUUY QUERIDA Y QUE SIEMPRE ANDA PERDIENDO LAS COSAS JUAR JUAR