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Ah, los amigos...!


El domingo ya noche llegó el maestro Merino con su hijo de su largo viaje de La Paz hacia acá. Luego de más de 17 horas arribaron sanos y salvos a mi casa. Los esperaba un sillón y un colchón con cobijas y de alguna manera consiguieron descansar antes de salir tempranísimo a la mañana siguiente porque el hijo debía seguir hacia Tecate.
Mi amigo salió a hacer diligencias por la ciudad y vino a la hora de la comida. Lo mejor de la comida: compartirla con amigos, Alex se nos unió. Tomamos vino blanco con las pechugas que hice aromatizadas con tomillo y una pasta de fideos con caldo de frijol.
En el camino él perdió su celular y ya no lo recuperó, por lo que anda un poquitín perdido.
Esta mañana nos amaneció a las seis y aprovechamos para ver un poco de futbol que para variar no tuvo nada de chiste.
Aquí uno de los cuadros que llegaron con él, que no necesita descripción ni elogios.
Ah, el verano, los amigos, el arte!

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Recordando la vieja máquina de escribir...

Estoy fascinada porque un amigo me puso un programita en mi compu que hace que cuando escribo mis importantísimos asuntos, mi teclado suene como máquina de escribir... Es que recuerdo aquellos tiempos en los que las colegiaturas de mis hijos y nuestra manutención dependían de la velocidad y ritmo de ese mágico sonido... En esta foto, la imagen de la primera máquina eléctrica que me tocó usar, cuando llegué a la ciudad de México a trabajar en el Instituto de Ingeniería de la UNAM. Un tiempo después ésta fue mi favorita, la máquina de esfera, porque le podía cambiar los tipos de letra y hasta el color de la tinta porque había cintas de color sepia. Se me descomponía con frecuencia hasta que el técnico descubrió que yo era demasiado rápida al escribir y se trababa la esfera, já já. Además de trabajar en una institución, ponía anuncios en el periódico para mecanografiar trabajos. Desde luego lo más socorrido eran las tesis, hice muchas pero además me tocó hacer el directorio