Pareceré disco rayado, pero los textos que me van entregando las mujeres del proyecto me emocionan mucho, por todo lo que comparten y la confianza que depositan en mí al dejármelos. Yo voy conociendo a través de sus palabras y recuerdos, a aquella ciudad que ya se fue, que sigue siendo pequeña pero donde han cambiado cosas con el tiempo.
He sabido de cómo le llamaban al dinero americano y al mexicano, de lugares que ya no están mas que en la memoria de quienes los conocieron, de que algunos antojitos se han dejado de hacer... en fin, eso por lo que atañe a la ciudad, porque en lo que respecta a sus historias personales, veo cuántas y cuántas mujeres valientes, cálidas, emprendedoras, divertidas, reflexivas están a nuestro alrededor.
Me quedo pensando en cuántas veces miramos -miro- pasar por mi ventana a personas comunes y corrientes, y quizá lo primero que imaginamos es que sus historias son así, comunes y corrientes. Pero en cuanto nos ocupamos de acercarnos para saber un poco más, vemos cuánta sabiduría o experiencia o memoria puede haber en ellas, cuánto pueden compartirnos.
Así que gano por todos lados al hacer este trabajo: aprendo cómo era esta ciudad en la que aún soy nueva, y cómo cada persona por sencilla que parezca, puede resultar un increíble cofre de tesoros.
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