Ir al contenido principal

Bitácora del traslado

Contra lo esperado, pude dormir un rato en el trayecto al aeropuerto, luego de que Julia se levantara a las cuatro de la mañana para llevarme a la terminal para tomar el bus. El chofer puso su fiesta de boleros y mariachi pero pude dormir oyéndola entre sueños.
Luego de echar los hígados en la rampa de subida para entrar al aeropuerto jalando mi maleta de 43 kilos, la mochila en la espalda y el maletín de la laptop, hice mi entrada triunfal para la fila del pago del impuesto, y luego a documentar para pasar a las revisiones, que me tomó tanto tiempo que no pude ya pasar ni cinco minutos en el tax free como esperaba.
Total, ya trepada en el avión al menos pude todavía tomar café con leche Dos Pinos y al fin despegamos, pero tenía taaaanto sueño que ni siquiera pude contemplar a Costa Rica en la distancia, porque me quedé dormida, únicamente desperté cuando el instinto me dijo que había que mover el diente, y cuando pasaron con los papelitos para que llenara uno un titipuchal de datos para poder ingresar al país llamado más poderoso de la tierra.
Claro que ahí cruzar la aduana fue todo un viacrucis, porque hay que hacer las cosas de cierta manera, y como además me ven cara de gringa porque sólo me hablan en inglés, me toman por tonta cuando no hago las cosas como se debe.
Una vez que crucé exitosamente la aduana, había que correr a donde el punto de conexión con el siguiente vuelo, pero la sala quedaba tan lejísimos que al llegar, la dama del mostrador me dijo que "sorry mam" pero el vuelo estaba cerrado. Y yo, con la lengua de fuera, el corazón en la garganta, las patas desbaratadas por la carrera, y la sorpresa de que nomás no hay vuelo.
Total, me mandó diez salas atrás a que viera si habría lugar en el siguiente vuelo, ya que de no ser así, tendría que esperar hasta las seis de la tarde (era la una) para poder volar.
Claro que cuando llegué a esa sala mi pie ya tenía la piel rota por la pulsera que me lastimó de tanta corredera, y me pidieron que esperara a que se llenara el avión, cuando fuera tiempo, para saber si me iba. Para entonces mi lengua estaba totalmente pegada al paladar -dicen que así se siente estar pacheco- y mi espalda dolorida por andar cargando la mochila.
Tenía que esperar una hora, y mientras, sin alejarme mucho de la sala por el pánico a perder de nuevo otro avión, me fui a comprar un jugo -¡cinco dólares!- y una almohadita para el cuello, porque ya presentía que me iba a rezongar. La empleada me hizo el favor de cortarle las etiquetas y cuando caminé rumbo a la sala fui dejando un reguero de microbolitas de nosequé porque se perforó la almohada y debí regresar a cambiarla.
Cuandlo al fin comenzaron a hacer abordaje, luego de quién sabe cuánto tiempo, me dijeron que sí, tenía lugar!!! Fue en la última fila y por supuesto que no había espacio para guardar mis maletas. el avión era para pigmeos porque apenas cabíamos en los asientos, y como debí poner una maleta en el piso, no tenía espacio para mover los pies para ninguna parte, ni estirarlos. Los señores a mi lado llevaban los brazos cruzados para no invadir mi espacio y los respaldos no se reclinaban así que pueden imaginar la tortura de viajar así por otras tres horas y media.
¿Han visto a los canguros? ¡Pues así bajamos! con las piernas y los brazos encogidos. Para colmo se me había ido el avión donde servía comida y en ése únicamente me dieron dos minipretzels, eso sí, en una bolsita cada uno...
Total, que la Lety llegó de salvadora a recogerme al aeropuerto, y pasamos a comprar un hotdog y una ensalada para el hambre que tría. Luego de una superpadre conversación de esas que siempre tenemos las amigas, me fui a dormir temprano y esta mañana desperté con el aroma y el sonido del café moliéndose...
Así que aquí estoy, en San Diego, sana y salva pero bastante atropellada, me duelen la espalda y el cuello y las rodillas pero nada que no tenga remedio.
¡Y mi columna bien, Julia!

Comentarios

Pat ha dicho que…
Pero LIz!!!, he leído no se cuantas entradas y no me he podido enterar de todas las nuevas aventuras que estas viviendo, qué harás en San Diego, cuéntame!!.
Las fotos que nos muestras son preciosas, no sabes lo feliz que me hizo verlas, imaginarte en ese maravilloso lugar, Dios, es fantástico. Me ha encantado todo, y me hace tan feliz saberte bien, contenta y descubriendo todos esos lugares maravillosos, pero cuéntame!!, cuánto tiempo estarás en San Diego??

Bueno querida amiga, te dejo un abrazo inmenso y me voy feliz, pero vuelvo pronto para enterarme de todo!!. :)

Lo que más te gustó

Poema para los niños migrantes

Para los niños migrantes Temprano te salieron alas y esparces la ceniza de un vuelo inesperado. Vuelas hacia una tierra prometida que no existe , donde leche ni miel encontrarás. Encerrarán tu vuelo en jaulas y el miedo que aprendiste a dejar lejos regresará a morderte por las noches. Ningún río te besará con agua fresca, ninguna señal de la cruz sobre tu frente te va a guardar de la amargura. Somos testigos de la decapitación de tu infancia, de tu niñez hoy preñada de dolor, de pies cansados y ojos secos. Que la vergüenza nos cubra cada que te preguntes o que pidas, que el corazón nos duela hasta que tengas alas con vuelo renacido.

Esta mañana Dr. Chipocles

Desde la cama me puse a ver noticias. Sé que no es -ni con mucho- la mejor manera para levantarse, pero lo hice sin pensar. Encontré que estaban dando un reportaje acerca de un médico en el Hospital de Pediatría de la ciudad de México, en donde todavía ando por suerte. El doctor especializado en oncología ha sido bautizado por sus pequeños pacientes como "Dr. Chipocles", que es la manera que tenemos los mexicanos para denominar a alguien que es muy bueno en lo que hace, y lo que no sé es por qué se eligió el nombre de un chile -chipocle, chipotle- para eso. El caso es que este médico inusitado es tan sensible que no solamente se disfraza de distintas cosas para ir a trabajar como el famoso Dr. Patch Adams, sino además, al ser entrevistado sobre su trabajo, termina diciendo, con la garganta cerrada y lágrimas en los ojos, que se considera un ser especial por poder hacer el trabajo que hace. Y lloró cuando mencionó a sus niños enfermos que ya no están con nosotros. Tengo que ad

Recordando la vieja máquina de escribir...

Estoy fascinada porque un amigo me puso un programita en mi compu que hace que cuando escribo mis importantísimos asuntos, mi teclado suene como máquina de escribir... Es que recuerdo aquellos tiempos en los que las colegiaturas de mis hijos y nuestra manutención dependían de la velocidad y ritmo de ese mágico sonido... En esta foto, la imagen de la primera máquina eléctrica que me tocó usar, cuando llegué a la ciudad de México a trabajar en el Instituto de Ingeniería de la UNAM. Un tiempo después ésta fue mi favorita, la máquina de esfera, porque le podía cambiar los tipos de letra y hasta el color de la tinta porque había cintas de color sepia. Se me descomponía con frecuencia hasta que el técnico descubrió que yo era demasiado rápida al escribir y se trababa la esfera, já já. Además de trabajar en una institución, ponía anuncios en el periódico para mecanografiar trabajos. Desde luego lo más socorrido eran las tesis, hice muchas pero además me tocó hacer el directorio