Primero fue el olor de los pinos que vendieron en las calles. Fresco verdor entrando por mi nariz, directo al corazón. Luego detecté olor de tejocotes y de caña, que devinieron en el primer ponche de la temporada, con sus aromas dulces y calientes.
Más días y más olores: leña quemándose en los alrededores de mi casa, pólvora de los cohetones que truenan los niños. Y conforme se acerca la nochebuena, los aromas de la cocina.
En estos días, primero fue el de los camarones, aperitivo olor que al mezclarse con el perfume de los moles resulta verdaderamente transtornante. Mole de Xico, Ver., negro de Oaxaca y almendrado de Actopan, Edo. Mex.. Una afortunada mezcla en la cazuela, para recibir el verdor de los romeros, las albas papas pequeñitas, las tortitas de camarón fresco...
Y remato el día de hoy con el olor del pavo en cocimiento: tomillo, vino blanco y jugos propios es lo que se cocina en el horno.
Sé cuán afortunada soy este año, en este día. El anterior fue diferente y duro, sin una sola, pequeñita alegría, y con las flores de mi esperanza marchitas, por más que yo las creía inmarcecibles.
Esta vez acogeré la fecha con el corazón amplio, fresco, perfumado. Tomaré las manos de mis hijos y sentados a la mesa solamente los tres, bendeciremos la gracia de poder estar juntos.
Comentarios