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Ah, la luna, la luna...

Remedio casero



En el espejo bruñido de la noche
siento el miedo,
me asustan las presentidas fauces del dolor.
Cada vértebra es un pozo de angustia,
las horas por venir un túnel sin final.

Por la rendija se asoma la luna.
Debo tomarla para aliviar mi fiebre.
No la alcanzo,
no cabe en el vaso,
no la puedo tragar.

Una voz dice a mi oído
"la luna no te va a curar".
No es soluble en el agua,
imposible aplicarla en las heridas.

Yo quiero un poco de su nácar para ayudarme a dormir.
quitarle a la noche el vaho de mi dolor,
soñar que se sueltan
las amarras de mi espalda.

No haré caso de la voz.
Sé que la luna en dosis adecuadas
es un remedio casero que nos heredan las hadas.
Es cuestión de saber cómo posarse
en el espejo bruñido de la noche.


Desde la tarde en que salimos a la miniterraza en busca de alivio por el calorón que se sentía en casa, vislumbramos la redonda belleza de la luna. Para la noche, nacarada y no tan fresca, la energía de la luna ya me había tocado. Y aquí estos modestos versos, que desde luego nos recuerdan a Sabines.

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