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Sobre el reflejo


Tengo unos días trabajando con una chica que requiere asesoría para confeccionar un libro muy especial, en el que está depositando parte de los recuerdos que va recuperando luego de una importante y lastimosa pérdida de memoria por autoprotección debido a traumas en la infancia.
Primero me encargó un cuadro en el que se expresara su sentir con respecto a su búsqueda y su confusión, y lo comenté en algún otro momento del blog porque estaba temerosa de no poder interpretar adecuadamente sus emociones.
Pero ahora, con la lectura de algunos textos de su libro, por demás dolorosos y sobrecogedores, no puedo evitar que su dolor se me refleje. La orfandad, la soledad, la baja estima, la confusión, todo eso que en algún momento -o en muchos- nos ha sacudido alguna vez, salen a relucir como banderines alborotados por el viento.
Entonces pienso en mis cuadros de mujeres sin cara porque todas somos una, y en mis textos inspirados por alguien en particular, para todas, o creados a partir de un sentimiento propio y con el que finalmente, a lo largo de las lecturas públicas, se han identificado muchas otras...
Recuerdo el texto de una compañera en el que hablaba de que, al mirarse en el espejo, se encontraba "sin yo, y sin reflejo". Eso me aturde, esa imagen desolada de no encontrar nada ni siquiera donde esperas verte a ti, es de miedo.

Lo que veo en el caso de mi "alumna" es que este libro tiene que curarla. Porque tiene el empeño de enfrentarse a todo un pasado desconocido y doloroso, a los parches que su mente fue creando para protegerla de una verdad brutal, y ha tenido los arrestos para indagar a fondo, llamar a las cosas por su nombre, pedir perdones o dar disculpas a costa de su equilibrio emocional. Es una mujer poderosa como tantas de las que he conocido, sensible y bien intencionada que no ha quedado contaminada, como creo que dije antes, por por la verde baba del rencor.
Entonces el reflejo, aunque me duela, de algún modo me hace sentir que aunque sea en una parte infinitesimal, estoy ayudándola a cargarlo, a deshacerse de él para dejarlo en esas páginas oscuras que terminarán iluminadas por su luz.
Entonces ella, La Extraviada, dejará de ser errabunda y encontrará el lugar que siempre ha debido tener, y estará poblándolo con alegría e intensidad y estará preparada con sus manos y su corazón fortalecido para seguir dando en este mundo muchos más reflejos de los que ahora tiene.
Cuestión aparte, debo decir que el libro, lleno de imágenes y textos, está quedando como toda una obra de arte, y aquí vuelvo al camino de que el arte cura, la poesía sana, la música da consuelo, etcétera etcétera.

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