El sábado por la tarde y casi frente al mar, hubo una fiesta de danza africana donde un grupo de mujeres sumamente energéticas nos dieron muestra de su arte. Luca tiene una alegría por la danza que transmite en todos sus movimientos y en la sonrisa que puede uno adivinar que casi involuntariamente se le dibuja en el rostro mientras danza. Luego de la ejecución de sus bailes invitaron a los asistentes y se unieron los niños y demás. Curiosamente, no sé si Tláloc se sintió aludido porque inusitadamente cayeron gotas de lluvia, al principio heladas y luego más templadas, pero nada que aguara la fiesta. Los bocadillos estuvieron deliciosos, la compañía muy grata, conversaciones interesantes y divertidas. Anduvo por ahí cualquier cantidad de gente alegre.
El domingo, en cambio, la actividad fue completamente ecológica: una caminata por la playa hasta el humedal. Durante el tiempo en el que se concntró la gente antes de iniciar la caminata hicimos unos ejercicios de calentamiento durante los cuales tuvimos oportunidad de ver que un lobo marino estaba muy cerca de nosotras, nadando plácidamente y acercándose cada vez más a un joven que también nadaba...experiencia maravillosa mientras estirábamos las puntas de los dedos para sentir el aire, el sol, la sal...
Nos mostraron también una simulación de rescate, nos dijeron cómo identificar las corrientes tan temibles que provocan ahogamientos, vimos que una perra enorme y juguetona está siendo entrenada también para rescatar, y continuamos la caminata, las niñas de Iris metidas en el agua, y Paola, Alonso, Iris y yo en distintos tramos de la fila de asistentes. El sol atacaba desde temprano.
Finalmente llegamos al humedal, en donde nos explicaron qué es y cómo se ha venido deteriorando debido a la falta de aprecio y de cuidado y qué podría hacerse para recuperarlo y conservarlo. También nos dieron una sesión de relajación por parte de un grupo de practicantes de yoga, nos entrevistaron para un canal de televisión, nos apuntamos a un taller para elaborar libretas ecológicas y salí ganando un vale para un contenedor de desechos para reciclar.
Como todo eso nos tomó tres horas, estábamos a punto de insolarnos y muertas de hambre, así que cada quién se lanzó a su casa a tomar un buen baño y un almuerzo.
Pero el calor arreció y la única salida para no sentirlo tanto fue meternos al cine con aire acondicionado. La película de la era del hielo dejó mucho qué desar porque ni siquiera me pareció tan divertida como la primera que recuerdo, pero valió para que mientras tanto, en exterior bajara un poco la temperatura.
De regreso, el infaltable café en el Tomas de la Diez y finalmente, cansada y con sueño debido al insomnio de la noche anterir y a la tremenda asoleada, a comenzar otra noche que igualmente, resultó ser otro hueso duro de roer porque no podía dormir, y estuve despertando muchas veces adolorida del cuerpo y con sueños extrañísimos...
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