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Cielo azul

Sí, el cielo estaba más azul, más prometedor y cálido, y la temperatura nos ha dejado sentir más calorcito. Con todo eso mejora mi visión de cada día, resulta más prometedora a pesar de la bruma que veo desliándose por encima de las casas afuera de mi ventana y que no sé cómo interpretar con respecto al clima.
Otra vez tengo que referirme a mi tesoro: la amistad. Es muy valioso para mí saber que ahí está siempre, que puede venir de cualquiera de mis amigas o amigos que están fuera pero adentro y que, en los casos en los que estamos cercanos, una sola llamada, una sola mirada de auxilio, son suficientes para saber que no, que no estamos solos en el mundo, que habrá alguien que por lo menos nos escuche y que, ya sea que comprenda o no lo que sentimos, nos dará su abrazo y brindará su incondicional apoyo para que pasemos mejor la noche, el día, las horas difíciles que a veces nos tocan a la puerta.
Hablar de proyectos, del pasado, compartir la incertidumbre del futuro, reír o llorar por los detalles que llenan nuestras vidas a la luz de una lámpara, en la quietud de la sala o en medio del bullicio del café es lo que hace que en esos momentos nuestros corazones se empaten y compartan una dulce melancolía y una tibia certeza de que no hay soledad absoluta.
Más fuerte, duradera y leal, la amistad rebasa al amor. Es incondicional, amplia, sin pliegues. Nutricia. Y nuestra.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
que bueno que lo sientas liz, creo que habemos muchas que caminamos junto a ti, sufriendo como tù, rièndo, llorando, pintando el camino con esperanza. Ahì estan tus amigas, nosotras, las que caminamos junto a ti.
Un abrazo, P.

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Para los niños migrantes Temprano te salieron alas y esparces la ceniza de un vuelo inesperado. Vuelas hacia una tierra prometida que no existe , donde leche ni miel encontrarás. Encerrarán tu vuelo en jaulas y el miedo que aprendiste a dejar lejos regresará a morderte por las noches. Ningún río te besará con agua fresca, ninguna señal de la cruz sobre tu frente te va a guardar de la amargura. Somos testigos de la decapitación de tu infancia, de tu niñez hoy preñada de dolor, de pies cansados y ojos secos. Que la vergüenza nos cubra cada que te preguntes o que pidas, que el corazón nos duela hasta que tengas alas con vuelo renacido.

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