Sí, el cielo estaba más azul, más prometedor y cálido, y la temperatura nos ha dejado sentir más calorcito. Con todo eso mejora mi visión de cada día, resulta más prometedora a pesar de la bruma que veo desliándose por encima de las casas afuera de mi ventana y que no sé cómo interpretar con respecto al clima.
Otra vez tengo que referirme a mi tesoro: la amistad. Es muy valioso para mí saber que ahí está siempre, que puede venir de cualquiera de mis amigas o amigos que están fuera pero adentro y que, en los casos en los que estamos cercanos, una sola llamada, una sola mirada de auxilio, son suficientes para saber que no, que no estamos solos en el mundo, que habrá alguien que por lo menos nos escuche y que, ya sea que comprenda o no lo que sentimos, nos dará su abrazo y brindará su incondicional apoyo para que pasemos mejor la noche, el día, las horas difíciles que a veces nos tocan a la puerta.
Hablar de proyectos, del pasado, compartir la incertidumbre del futuro, reír o llorar por los detalles que llenan nuestras vidas a la luz de una lámpara, en la quietud de la sala o en medio del bullicio del café es lo que hace que en esos momentos nuestros corazones se empaten y compartan una dulce melancolía y una tibia certeza de que no hay soledad absoluta.
Más fuerte, duradera y leal, la amistad rebasa al amor. Es incondicional, amplia, sin pliegues. Nutricia. Y nuestra.
Otra vez tengo que referirme a mi tesoro: la amistad. Es muy valioso para mí saber que ahí está siempre, que puede venir de cualquiera de mis amigas o amigos que están fuera pero adentro y que, en los casos en los que estamos cercanos, una sola llamada, una sola mirada de auxilio, son suficientes para saber que no, que no estamos solos en el mundo, que habrá alguien que por lo menos nos escuche y que, ya sea que comprenda o no lo que sentimos, nos dará su abrazo y brindará su incondicional apoyo para que pasemos mejor la noche, el día, las horas difíciles que a veces nos tocan a la puerta.
Hablar de proyectos, del pasado, compartir la incertidumbre del futuro, reír o llorar por los detalles que llenan nuestras vidas a la luz de una lámpara, en la quietud de la sala o en medio del bullicio del café es lo que hace que en esos momentos nuestros corazones se empaten y compartan una dulce melancolía y una tibia certeza de que no hay soledad absoluta.
Más fuerte, duradera y leal, la amistad rebasa al amor. Es incondicional, amplia, sin pliegues. Nutricia. Y nuestra.
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Un abrazo, P.