Esta mañana desperté optimista. Regué el jardín para que mis recién plantadas semillas de cempazúchitl no se pusieran tristes y estén en todo su esplendor para Día de Muertos, y después, en la cocina, me dispuse a preparar patacones para desayuno, lo que desde luego me introdujo en la nubosa nostalgia del gallo pinto y mis estancias en Costa Rica...
Y luego vengo a la computadora, todavía llena de optimismo y energía, no se sabe si por el día soleado o porque es un día más en que no tengo dolor y puedo moverme, y me encuentro con la noticia de dos muertes.
Alejandro Aura murió en España y sus cenizas vendrán a nuestro país, como él quiso. Lo conocí personalmente en una lectura del Club de las Aureolitas en Tacuba, nacido a raíz de unos talleres que él impartía, y entre otras cosas leyó un texto divertido con el estilo del discurso de Don Quijote en un imaginario encuentro nada menos que con Agustín Lara, a quien Don Quijote llamó "El caballero de la humeante mejilla" por la manera como fumaba el cantante. También más adelante y gracias a su gestión a cargo del departamento de cultura de la ciudad de México en tiempos de Cuauhtémoc Cárdenas, pude participar en una exposición de pintura que organizó en el zócalo sin más trámite que mi asistencia con todo y obra.
Pero ahí no paró la cosa: sucede que también falleció Víctor Hugo Rascón Banda, que después de ser velado en Gallosso y Sogem será trasladado para un homenaje a Chihuahua, su tierra natal.
Así es como nos hacemos más conscientes de lo que mencionaba yo antes, con el fallecimiento del yerno de Iris: nacemos con la muerte mirando por encima de nuestros hombros, y hacemos como que no la notamos, pero al recibir noticia de la muerte de conocidos la miramos no de frente sino de reojo, no sea que se le ocurra voltear, mire directamente nuestra cara y decida que sí, que ya es tiempo de dejar este camino...
Obra importante nos dejan estos dos ilustres intelectuales destacados también en la promoción cultural y poseedores ambos de un particular encanto. Descansen en paz.
Y luego vengo a la computadora, todavía llena de optimismo y energía, no se sabe si por el día soleado o porque es un día más en que no tengo dolor y puedo moverme, y me encuentro con la noticia de dos muertes.
Alejandro Aura murió en España y sus cenizas vendrán a nuestro país, como él quiso. Lo conocí personalmente en una lectura del Club de las Aureolitas en Tacuba, nacido a raíz de unos talleres que él impartía, y entre otras cosas leyó un texto divertido con el estilo del discurso de Don Quijote en un imaginario encuentro nada menos que con Agustín Lara, a quien Don Quijote llamó "El caballero de la humeante mejilla" por la manera como fumaba el cantante. También más adelante y gracias a su gestión a cargo del departamento de cultura de la ciudad de México en tiempos de Cuauhtémoc Cárdenas, pude participar en una exposición de pintura que organizó en el zócalo sin más trámite que mi asistencia con todo y obra.
Pero ahí no paró la cosa: sucede que también falleció Víctor Hugo Rascón Banda, que después de ser velado en Gallosso y Sogem será trasladado para un homenaje a Chihuahua, su tierra natal.
Así es como nos hacemos más conscientes de lo que mencionaba yo antes, con el fallecimiento del yerno de Iris: nacemos con la muerte mirando por encima de nuestros hombros, y hacemos como que no la notamos, pero al recibir noticia de la muerte de conocidos la miramos no de frente sino de reojo, no sea que se le ocurra voltear, mire directamente nuestra cara y decida que sí, que ya es tiempo de dejar este camino...
Obra importante nos dejan estos dos ilustres intelectuales destacados también en la promoción cultural y poseedores ambos de un particular encanto. Descansen en paz.
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