Ir al contenido principal

Cuando nada se mueve


Es lo que una siente cuando pierde la movilidad. Es impresionante la cantidad de eventos que ocurren en el cuerpo para que tenga movimiento y no podemos darnos cuenta hasta que algo deja de funcionar como debiera.
Ayer me tocó de nuevo sufrir ese desperfecto de mi columna que me impidió hacer otra cosa que gritar de dolor, quedarme inmovilizada y sentir algo de miedo. Cuando Alex me escuchó se apresuró a ayudarme a llegar a lo primero que me diera soporte, que fue una pequeña cama que tiene en su estudio. Normalmente son tres o cuatro pasos del cuarto de lavado donde me encontraba llenando la lavadora, hasta ese espacio, pero esta vez me costó tiempo, sudor y dolor llegar a la cama. Me quedé tendida tal como caí, no me fue posible acomodarme ni moverme. El dolor era intenso pero inmovilizante si me quería cambiar de posición.
En cuanto se pudo vino a inyectarme una enfermera para disminuir el dolor, cosa que sucede en pequeña medida, pero como las inyecciones han sido cada doce horas, he mejorado mi posibilidad de acomodarme mejor en la cama. Con todo, el dolor no ha desaparecido y no puedo dormir. Ir al baño era como correr un maratón en cuanto al esfuerzo para llegar, con la ayuda de Alex. Pero desde anoche he podido hacerlo sola apoyada en las paredes y muuuuy despacio.
Ayer ni siquiera pude estar en una posicion que me permitiera conectarme por la computadora, y me sentía tan mal y tan cansada que cuando intenté hacerlo de todos modos, simplemente desistí.
Pero vuelvo a eso que siento, de que nada se mueve. Es como si el mundo, o al menos el mío, también se paralizara. Porque veo que hay un curso que me interesa y comienza mañana, por tanto no puedo ir. Porque tenía trazado un cuadro para comenzar a pintar y no puedo. Poque había ofrecido una reunión para unos amigos el viernes y no podré. Porque solamente puedo leer y me canso rápido, o ver tele y me fastidio aún más rápido. Aunque aún puedo bordar, lo malo que no tengo a la mano el material y ya se sabe que los hombres no entienden de eso, quizá esta tarde cuando venga Paola me pueda acercar lo que necesito.
Por otro lado, estoy resuelta ya a operarme, pero tiene muchos bemoles tomar la decisión, desde no saber con qué médico acudir en esta ciudad que es tan pequeña y nueva para nosotros, hasta el aspecto económico que cualquiera sabe que es un quebranto para la vida familiar del común de los mortales en este país. Y no puedo negar que me da un poco de miedo. Es la primera vez que siento miedo con respecto a una operación, me han intervenido quirúrgicamente muchas veces pero nunca temí esos momentos. Ahora pienso en la recuperación y en que mi cuerpo sabe, aunque mi mente se haga disimulada, que no tengo treinta años.
En fin, hago un gran esfuerzo para mantener mi ánimo y mi espíritu fuertes porque padecer por largo tiempo una enfermedad dolorosa, aunque sea intermitente, es bastante pesado, sobre todo cuando ya está una enfrente de la discapacidad, de la limitación que deja y a la que no se puede una acostumbrar fácilmente.
Alex regó esta mañana el jardín, tendió la ropa, hizo desayuno y dio de comer a los perros además de traerme la computadora y los teléfonos. Ojalá que, muy adentro de sí, encuentre un poquito de vocación de enfermero, o será mi perdición...

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
querida Liz, lamento no haberte venido a leer antes. Querida liz, cuando nos acontecen estas situaciones tan dificiles hay alguna razón, solo aquietate y deja que la respuesta llegue a ti, tal vez el estar sin poder moverte te hará ver las cosas desde otra perspectiva, ver con claridad lo que debes hacer, escribir con una sensibilidad distinta, no lo sé. Eso por el lado más profundo o existencialista, por el otro, debes operarte si es lo qeu te ayudará, el camino se mostrará solo, te lo aseguro, y por favor escribe como vas estando quiero saber de ti y te mandaré toda mi energía para que te recuperes pronto.
Un abrazo muy cariñoso y protector para ti.
:)

Lo que más te gustó

Poema para los niños migrantes

Para los niños migrantes Temprano te salieron alas y esparces la ceniza de un vuelo inesperado. Vuelas hacia una tierra prometida que no existe , donde leche ni miel encontrarás. Encerrarán tu vuelo en jaulas y el miedo que aprendiste a dejar lejos regresará a morderte por las noches. Ningún río te besará con agua fresca, ninguna señal de la cruz sobre tu frente te va a guardar de la amargura. Somos testigos de la decapitación de tu infancia, de tu niñez hoy preñada de dolor, de pies cansados y ojos secos. Que la vergüenza nos cubra cada que te preguntes o que pidas, que el corazón nos duela hasta que tengas alas con vuelo renacido.

Esta mañana Dr. Chipocles

Desde la cama me puse a ver noticias. Sé que no es -ni con mucho- la mejor manera para levantarse, pero lo hice sin pensar. Encontré que estaban dando un reportaje acerca de un médico en el Hospital de Pediatría de la ciudad de México, en donde todavía ando por suerte. El doctor especializado en oncología ha sido bautizado por sus pequeños pacientes como "Dr. Chipocles", que es la manera que tenemos los mexicanos para denominar a alguien que es muy bueno en lo que hace, y lo que no sé es por qué se eligió el nombre de un chile -chipocle, chipotle- para eso. El caso es que este médico inusitado es tan sensible que no solamente se disfraza de distintas cosas para ir a trabajar como el famoso Dr. Patch Adams, sino además, al ser entrevistado sobre su trabajo, termina diciendo, con la garganta cerrada y lágrimas en los ojos, que se considera un ser especial por poder hacer el trabajo que hace. Y lloró cuando mencionó a sus niños enfermos que ya no están con nosotros. Tengo que ad

Recordando la vieja máquina de escribir...

Estoy fascinada porque un amigo me puso un programita en mi compu que hace que cuando escribo mis importantísimos asuntos, mi teclado suene como máquina de escribir... Es que recuerdo aquellos tiempos en los que las colegiaturas de mis hijos y nuestra manutención dependían de la velocidad y ritmo de ese mágico sonido... En esta foto, la imagen de la primera máquina eléctrica que me tocó usar, cuando llegué a la ciudad de México a trabajar en el Instituto de Ingeniería de la UNAM. Un tiempo después ésta fue mi favorita, la máquina de esfera, porque le podía cambiar los tipos de letra y hasta el color de la tinta porque había cintas de color sepia. Se me descomponía con frecuencia hasta que el técnico descubrió que yo era demasiado rápida al escribir y se trababa la esfera, já já. Además de trabajar en una institución, ponía anuncios en el periódico para mecanografiar trabajos. Desde luego lo más socorrido eran las tesis, hice muchas pero además me tocó hacer el directorio