Doña Amparo es una persona que ni por pienso deja ver su edad, que no creo que me sea permitido revelar aquí. Baste saber que su hija mayor tiene más de cincuenta años, que le gusta dibujar, que siempre ha tejido y bordado como poseída, que tuvo montón de hijos, puede saltar la cuerda -le encanta-, al menor descuido se trepa en un patín del diablo o bicicleta, come lo que le antoja contra ciertos consejos médicos, fácil la ataca la risa y ha vivido en varios lugares del país. Es fan número uno -aunque el lugar es discutible según la familia- de don Manuel, su señor padre versador, filósofo, inventor e incansable defensor de los derechos humanos que además fue excelente tornero y tuvo una fundición.
Tuve el gusto de invitarla a comer un fin de semana reciente en la ciudad de Tijuana, fuimos a un restaurante argentino donde comimos de lo mejor...¡Salud!
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