Siguen las visitas en la ciudad: Héctor ha mejorado aunque en mi opinión, con lentitud. Su ánimo, eso sí, como siempre: positivo y energético. Me alegro de haber podido verlo, compartir horas de plática con él, y la comida. Me retiré caminando de su casa en la roma sur hacia el metro, contemplando con mucha nostalgia las hermosas casonas de la zona. Y cuando estaba fuerte el ataque de tristeza me recompuse pensando en lo difícil que es vivir en esta ciudad...
En el camino me quedaba la casa de Coquito, la abuela de mis hijos, con quien he tenido una estupenda relación a pesar de mi divorcio con su hijo hace tantísimos años...así que pasé a darle una sorpresa. El tiempo la hace más dulce y efusiva, estaba muy contenta de verme y a mi vez me sentí complacida por haber emparentado alguna vez con tan encantadora persona. Me dijo que le duele su rodilla, que los años no pasan en vano, pero que a mí se me nota un cutis de muchacha...Los abuelos son así, siempre nos miran jovencitos. Merendamos haciendo remembranza de mis hijos cuando niños y luego llegó Mauricio, todo cansado como parece ser el estado natural en la gente que vive aquí, para irnos a la casa.
Y hoy, al rato, voy al hospital en Atizapán para recoger a mi hermana que ayer fue operada de su pierna y ha sido dada de alta. No he podido salir aún porque están arreglando las llaves del fregadero de la cocina que Mauricio por el trabajo y los viajes nunca tiene tiempo de arreglar, y tengo antes que ir a recoger unos anteojos que encargué. O sea, una en cuanto llega es arrastrada por esta vorágine que los citadinos ni siquiera notan igual que una...
En fin, de todas todas, siempre me complace venir a la ciudad.
En el camino me quedaba la casa de Coquito, la abuela de mis hijos, con quien he tenido una estupenda relación a pesar de mi divorcio con su hijo hace tantísimos años...así que pasé a darle una sorpresa. El tiempo la hace más dulce y efusiva, estaba muy contenta de verme y a mi vez me sentí complacida por haber emparentado alguna vez con tan encantadora persona. Me dijo que le duele su rodilla, que los años no pasan en vano, pero que a mí se me nota un cutis de muchacha...Los abuelos son así, siempre nos miran jovencitos. Merendamos haciendo remembranza de mis hijos cuando niños y luego llegó Mauricio, todo cansado como parece ser el estado natural en la gente que vive aquí, para irnos a la casa.
Y hoy, al rato, voy al hospital en Atizapán para recoger a mi hermana que ayer fue operada de su pierna y ha sido dada de alta. No he podido salir aún porque están arreglando las llaves del fregadero de la cocina que Mauricio por el trabajo y los viajes nunca tiene tiempo de arreglar, y tengo antes que ir a recoger unos anteojos que encargué. O sea, una en cuanto llega es arrastrada por esta vorágine que los citadinos ni siquiera notan igual que una...
En fin, de todas todas, siempre me complace venir a la ciudad.
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