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Chile de mi cosecha

Hace unos meses Alex y yo fuimos a un invernadero en San Antonio de las Minas y compramos la plantita del chile habanero. No tuve muchas esperanzas de que pegara y creciera pero lo planté al pie de la ventana del estudio, en el jardín.
Hace como un mes me di cuenta de que tenía un chile ya bien amarillo, y aprovechando que teníamos una carne asada en casa, lo corté para asarlo y degustarlo. Estuvo bravísimo, el puro olor nos hacía llorar los ojos y nos enchilamos rico, con moquera y zumbido de oídos. El chile habanero me parece que es el más picoso de los que tenemos en México, de los chiles que se comen verdes, porque en chiles secos es otra cosa. Además, el habanero picado con cebolla morada y limón con sal es una verdadera delicia, no como el chiltepín que se dá en Nuevo León, que es como chile piquín verde, sólo que alevoso porque pica pero no sabe rico.
Hoy nos tocó cosechar otro chile. Nos lo comimos asado y picado con un guiso de col y garbanzo con longaniza que me enseñó Doña Epifania, una señora que trabajó en mi casa hace muchos años y que me dio esa receta cuando le dije que no me gusta la col cruda y que no sabía cómo cocinarla...
Creo que me sirvió para sacudirme un poco de la mucha gripa que ando cargando, aunque sigo con los oídos zumbando pero al menos un poco menos de moquera. Y bueno, si el chile tiene vitamina C y además me había tomados dos aperitivos de tequila jugosos de limón, creo que estoy en el camino correcto.
Me falta rematar con el delicioso café expreso del Kafa, pero eso será, si todo marcha bien, después de las cinco de la tarde...¡Pura vida!

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